Sobre Lotty Rosenfeld

Autor: Mira Bernabeu

Lotty Rosenfeld (Santiago de Chile, Chile, 1943–2020) ha sido una de las figuras más comprometidas y representativas del arte político y feminista latinoamericano. Formó parte de la denominada Escena de Avanzada, una generación de artistas y escritores chilenos de la década de los 70, para quienes el arte fue una herramienta con la que cuestionar el estatuto político y la rigidez institucional. En este contexto, Rosenfeld confirió a su trabajo un papel activo en la transformación de la sociedad, con sus propuestas alentó a la gente a expresar sus discrepancias con las estructuras de la vida cotidiana y a denunciar las injusticias sociales y políticas perpetradas en su país. Concibió su arte como un instrumento para desentrañar las relaciones de poder que determinaban el día a día de unos ciudadanos que, pese a no estarles permitidas determinadas decisiones, eran sus receptores directos, y desarrolló una serie de intervenciones en el espacio público con las que puso de relieve estas situaciones de injusticia. Rosenfeld convirtió el arte en parte de la vida de muchos chilenos e hizo llegar su mensaje a una amplísima audiencia mediante el empleo de los medios de comunicación masivos. Su práctica, como la de otros de su generación, en ese oscilar entre el arte y el activismo, acabó rompiendo las normas establecidas y dando pie a un cambio social. Sus acciones se convirtieron en referentes globales del arte de oposición al autoritarismo y el canon, y aunque estuvieron ligadas en su concepción al contexto sociopolítico de una ciudad y un tiempo concretos, con el paso del tiempo su dimensión conceptual ha trascendido todas las fronteras y las que fueron sus consignas son actualmente símbolos reconocibles en todo el mundo.

Lotty Rosenfeld (Santiago de Chile, Chile, 1943–2020) ha sido una de las figuras más comprometidas y representativas del arte político y feminista latinoamericano. Formó parte de la denominada Escena de Avanzada, una generación de artistas y escritores chilenos de la década de los 70, para quienes el arte fue una herramienta con la que cuestionar el estatuto político y la rigidez institucional. En este contexto, Rosenfeld confirió a su trabajo un papel activo en la transformación de la sociedad, con sus propuestas alentó a la gente a expresar sus discrepancias con las estructuras de la vida cotidiana y a denunciar las injusticias sociales y políticas perpetradas en su país. Concibió su arte como un instrumento para desentrañar las relaciones de poder que determinaban el día a día de unos ciudadanos que, pese a no estarles permitidas determinadas decisiones, eran sus receptores directos, y desarrolló una serie de intervenciones en el espacio público con las que puso de relieve estas situaciones de injusticia. Rosenfeld convirtió el arte en parte de la vida de muchos chilenos e hizo llegar su mensaje a una amplísima audiencia mediante el empleo de los medios de comunicación masivos. Su práctica, como la de otros de su generación, en ese oscilar entre el arte y el activismo, acabó rompiendo las normas establecidas y dando pie a un cambio social. Sus acciones se convirtieron en referentes globales del arte de oposición al autoritarismo y el canon, y aunque estuvieron ligadas en su concepción al contexto sociopolítico de una ciudad y un tiempo concretos, con el paso del tiempo su dimensión conceptual ha trascendido todas las fronteras y las que fueron sus consignas son actualmente símbolos reconocibles en todo el mundo.

Como miembro del CADA, Rosenfeld realizó proyectos de arte público disruptivos con el régimen del dictador Pinochet. Acapararon la atención de los medios lanzando panfletos políticos desde aviones o realizando ruedas de prensa improvisadas, para hablar de las consecuencias sociales de la dictadura, del hambre y la falta de recursos de los barrios más pobres. El soporte para sus obras fue la ciudad, y tanto las realizadas individualmente como las colectivas, sus acciones generaron una serie de símbolos que a día de hoy siguen formando parte del imaginario colectivo. Las imágenes producidas por Rosenfeld pusieron el énfasis en la imagen frente al texto y el diálogo, una de sus intervenciones individuales más reconocidas fue la que llevó a cabo en una calle del este de Santiago de Chile, una performance documentada en vídeo y fotografías, titulada Una milla de cruces sobre el pavimento (1979). En ella la artista caminó a lo largo de la desértica Avenida Manquehue transformando las líneas discontinuas que delimitaban los carriles de la carretera en cruces, al pegar perpendicularmente sobre ellas tiras de tela blanca. Con la simple acción de bisecar una línea, Rosenfeld no sólo canceló el significado de signos tan establecidos y representantes del status quo como las señales de tráfico sino que irrumpió en el ámbito de lo público, alterando la vida cotidiana en lo que fue una clara oposición al régimen de Pinochet. Tras su intervención, las líneas metamorfoseadas en signos de suma y cruces, elementos característicos de la represión y la muerte, se convirtieron en el emblema de la resistencia al gobierno. La acción fue reproducida por la artista en numerosas ocasiones alrededor del mundo, siempre en lugares de fuerte carga histórica y política, y sus cruces en el pavimento fueron las precursoras de la consigna “NO+” empleada por el CADA en varias de sus intervenciones en el espacio público. Rosenfeld ha realizado sus acciones de arte múltiples lugares, en Santiago de Chile, en Washington D.C., en Buenos Aires, en La Habana, en Vancouver, en Atenas, y muchos otros. A día de hoy, su obra forma parte de las colecciones de museos como el MoMA, el Guggenheim y el Museo del Barrio de Nueva York, el FRAC Lorraine de Metz, el MNCARS de Madrid, el CAAC de Sevilla, el MAC de Santiago de Chile, el MALBA de Buenos Aires y el Museo de Arte Moderno de Medellín, por citar algunas.

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